COLIN BALDWIN

ARTISTA

Mi Historia

Mi primer impacto por el arte fue a través de la obra de Wayasamín, artista que conocí en quito donde se trasladaron mis padres cuando aún era adolescente. Aprendí a ver su trascendencia en la pintura latinoamericana y su relación con los muralistas mexicanos, también gracias a la visión de mi hermano Carlos Tataje, historiador de las culturas precolombinas, pintor y amante del arte.

Cuando me tocó estudiar en la universidad decidí hacerlo por mi cuenta. Pero no estuve sólo, tuve la suerte de conocer a Gerardo Chávez en su casa de Trujillo. De Gerardo recibí solo unas cuantas instrucciones, pero el maestro Chávez sabía mirar el arte con profundidad, conocimiento y pasión. Cuando le mostré mis dibujos los dispuso ante mi de tal forma que no parecían míos, entonces pude ver aquello que mi ignorancia ocultaba, me envío a visitar un escultor amigo suyo y me dijo: “Toma todo como una forma” concepción que me liberó de la dictadura de la naturaleza y a la vez me llevó a comprender la dinámica de lo natural.

Algún tiempo después conocí a su hermano Ángel Chávez y frecuenté su taller durante un buen tiempo en el centro del Lima antiguo, de quien aprendí los misterios de la pintura al óleo y su trabajo de color y de transparencias. Sin duda fue muy generoso. Dejarme ver como trabajaba fue la mejor clase magistral que podía recibir.

Aquí en España donde trabajo, mi labor en la construcción de una revista de poesía me llevó a considerar con mayor decisión lo invisible como sustento del lenguaje y motor de la creación de lo visible en el arte.

Hoy en la práctica, miro hacia atrás y compruebo la deriva de lo original y me pregunto si es ése un objetivo válido en el arte. Lo auténtico siempre es original y único, pero lo único no es siempre es original o auténtico.

Mis raíces peruanas y europeas me hacen reconsiderar que compartimos mitos y arquetipos con distintas culturas, y no pienso que sean invenciones creativas que por casualidad coincidan, sino formas que surgen de una imaginería colectiva que parece llegarnos desde un universo paralelo, fábrica de sueños o hábitat de la divinidad.

En el laberinto estético de cada artista hay una forma particular de manipular la materia para llevar al espectador ante un nuevo paradigma, reconstruimos lo que queda de nuestra herencia cultural y la proyectamos con esperanza.

CRÍTICAS

Galería Insula, Lima por Ángel Chávez

Días atrás tuve ocasión de ver algunos cuadros que Colin Baldwin exhibirá en la Galería Insula, ésta es su primera muestra individual. Puedo decir que quedé muy sorprendido con su pintura, de gran contenido humano y sobretodo bien tratados…

cada uno de ellos en su verdadera atmósfera: óleos y dibujos coloreados en su mayoría. Imágenes y personajes son tratados con excelente sutileza, el colorido fino se amalgama con prudencia y exactitud. Mi preferencia está en los pequeños formatos donde se ajusta mejor su composición y en donde sus híbridos habitantes, objetos, etc, etc; son distribuidos con acertada intuición plástica. Colin desarrolla su trabajo en la caleta de Huanchaco, pertenece a la nueva generación de artistas trujillanos, pero viene alumbrando ya con luz propia; tiene en su joven trayectoria exposiciones colectivas a nivel nacional donde ya ha ganado prestigio y algunos galardones y menciones honrosas. Sus cuadros se encuentran en colecciones particulares dentro y fuera del país, en especial París. Me honra presentar en esta oportunidad a Colin Baldwin como una revelación en la pintura del Perú y confío en que en un tiempo no muy lejano nos dará más de una sorpresa; reforzando así el genuino arte norteño y por ende llegar a un sitio preferencial en la plástica nacional. 

Londres, Edoardo Spazzapan

Conozco al pintor Baldwin a través de las imágenes recibidas aquí en Londres. En su bien presentado dossier he descubierto de inmediato el alma de un artista angustiado por la soledad y por los grandes silencios. Sus imágenes, los espacios de la memoria pictórica, los modernos jeroglíficos, se materializan en sensaciones casi antropológicas que gravitan levantándose, inclinándose, con inquietante ternura.

Así pues, con la pintura de Colin Baldwin nace una nueva teoría del reflejo, con la imaginación sin la que no es posible hablar de un libre realismo moderno, después del naturalismo y del romanticismo predominante en los informalistas. El resto de la naturaleza de Baldwin es diverso y me parece que va conquistando unas equidistancias felices y personales, en la línea de un Tapies o un Saura. Ciertamente, os digo que Baldwin en vez de reducirse o limitarse a una suerte de tensiones equilibradas y cerradas, casi neometafísicas, se realiza y gana en profundidad a través del gesto; un gesto próximo al soft, que se rompe y revela lo contradictorio de la definición que ha dado aquí el artista, de su esfuerzo como pintor, de su trabajo intrínseco en la energía de la pintura y de la vida: un trabajo que me parece profundo y preciso. La trayectoria de este joven, que es un pintor muy sensible y dotado, merece la pena ser seguida. Y él sabe que sólo con un tremendo esfuerzo podrá abandonar con el tiempo la experiencia post-informal, para llegar a nuevas orillas de la fantasía, recuperando la imagen en su plena luz. 

En el mini-portrait, de singular encanto, se demuestra que el arte de Baldwin se funde en el fondo de la memoria, donde luz y sombra desvelan la eterna melodía de la alquimia: magia que profundiza en lo desconocido.

Antes de dejar al pintor Baldwin, quiero añadir algo acerca de su filosofía de la vida. Me parece que ahora estará comprendiendo lo que ha significado su aislamiento, y el duro precio que ha pagado en su metamorfosis (Al margen del tiempo) en la certeza de aceptar el mito puramente exterior (le parece) del hombre. Baldwin ha afrontado la soledad como una nueva dimensión humana y de meditación. Mundo occidental-oriental, capitalista-socialista; no es que estas palabras hayan perdido todo su significado, pues algunos conceptos soviéticos sobreviven, así como persisten la ambición, la expansión, de forma evidente y misteriosa. Algo subsiste que nos hace trabajar en el mundo concreto, llenándolo de contenidos que nosotros mismos somos capaces de sentir y de los cuales no aprovechamos los significados en toda su dimensión. Baldwin no busca de forma abstracta el sentido de las cosas y sin embargo de todo eso se impregna; figuras, gestos, manchas que dispone para llevarnos al encuentro solemne de la preeminencia, donde el sentido del mundo y de las cosas que nos comprometen se presentan en sus obras con una fuerza y singularidad que pocos alcanzan.

Santiago de Compostela, Román Pereiro Alonso

Entre el lirismo larvado del pintor Colin Baldwin es fácil encontrar sus claves interpretativas. La lírica es el reflejo de situaciones y sucesos vistos a través de una consciencia individual. Ninguna de las imágenes que nos ofrece Colin está vacía de un sentimiento protector que aflora entre los símbolos y las veladuras a las que el artista nos tiene acostumbrados.

La lectura de esta obra es un tanto turbadora, pero ¡más emocionante! Emoción y sentimiento son dos estados afectivos que, raro será, no provoquen el chispazo necesario para producir la deseada comunicación entre la obra y el espectador. Esta es la aspiración más importante de todo artista. Colin ciertamente lo consigue.

Negro betuminoso, cargado de esencias luctuosas, y luces trémulas para impregnar de misterio la magnífica serie negra “SE DARÁ LA TIERRA”. Una acertada reiteración de los problemas de saturación informática y de la apremiante búsqueda de soluciones urgentes. Al descubrir lo utópico de la misión, el personaje abandona. En el centro del espacio queda la máquina como símbolo totémico de salvación. 

Exposición Laxeiro por Carlos Tataje

He visto escenas de un mundo remoto, lejanísimo, extraviado en alguna de las infinitas direcciones permitidas en el tiempo de los dioses.

He visto unos seres capaces de transmitir todo el conocimiento de los sabios y de los santos, sin articular palabra ninguna, con la simple mirada de unos ojos puros.

He visto aquellos personajes investidos de una serena complacencia, secretamente orgullosos de unas cabelleras descomunales, cuidadas con el esmero de la sola tranquilidad de los meses y de los años.

He visto los trajes solemnes que cubren algunos cuerpos , presumiblemente hermosos, que no se ocultan del frío ni del pudor. 

He visto los paisajes que en la madrugada o en el atardecer presentan las luces, los colores y las sombras que nos advierten del silenciosos placer de ver y ser visibles.

He visto unas tablas rescatadas de alguna morada escondida entre los árboles, la lluvia y el sinuoso camino que conduce a las plácidas regiones de los lagos imaginarios.

He asistido complacido al espectáculo de unos cuadros minuciosos; he cerrado los ojos, y cerrados como estaban, he visto el espejismo posible nacido en los sueños persistentes de un pintor humano.

Galería Sargadelos, Sargadelos por Luis Alcántara

Colin es de otro universo. Está al otro lado del espejo, como un dios o una hormiga, en el traslado de los sueños a esta orilla nuestra donde se sueña en alto tumbado en un diván y con un siquiatra por testigo.

Cuando Colin mira, sabes que si fuera ciego pintaría igual, que si no existiese el color lo inventaría, que si no hubiese música él haría del sístole un aria emocionante. Cuando le conoces te das cuenta que gente como Colin es imprescindible para no caer en la tentación del espejo.

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